Lectura del material:
Por una práctica reflexiva
A partir de la siguiente cita textual de Torres (1999) que a la letra suscribe: “la necesidad de
un nuevo rol docente ocupa un lugar destacado en la retórica educativa actual, sobre todo de
cara al siglo XXI y a la construcción de una nueva educación” (p. 2); es más que
contextualizada la aportación anteriormente referida, dada la crisis en la que se sumerge la
actividad áulica del docente, huelga decir la multidiversidad factorial que inhibe un excelente
desempeño académico, reflexivo, con visión y formación social (dobles plazas, escasa
formación académica, masificación grupal, politización, escuelas multigrado, pobreza,
exclusión social, explotación laboral, cinturones de miseria, entre otros factores).
Es imprescindible la reflexión del docente, en primer lugar, para determinar el tipo de
quehacer pedagógico que está desempeñando, autocriticar si es transmisor de parcelas de
conocimiento, si trabaja por cubrir un horario y devengar un salario, improvisa clases y no
planifica, se sustrae del trabajo colaborativa y/o colegiado, se resiste al uso de las nuevas
tecnologías de información y la comunicación (tecnofobia), su actividad fortalece el marco de
la “cuasi profesión” en la que se desarrolla y, se desprofesionaliza ante los ojos de la sociedad,
invariablemente reprobatorios, toda vez que dicha actividad está considerada como una
“semiprofesión” además de la carencia de un cuerpo de conocimientos propio.
En segundo lugar, el rol del nuevo docente debe centrarse en una práctica de enseñanzaaprendizaje
que logre recuperar contenidos de formación y reflexión in situ, Torres (1999)
alude el siguiente comentario sobre la reflexión del docente:
“Reflexionar sobre los propios modos de aprender y enseñar es un elemento
clave del “aprender a prender” y del “aprender a enseñar”. La reflexión y la
sistematización crítica y colectiva sobre la práctica pedagógica está siendo
crecientemente incorporada en experiencias innovadoras localizadas e incluso en
programas masivos, nacionales, de formación docente en muchos países, pero
falta aún asegurar las condiciones y afinar los mecanismos para que dicha
reflexión sea tal y produzca nuevo conocimiento” (p. 12).
Es decir, la reflexión del docente debe estar centrada y situada en lo que hace y cómo lo hace
para que sus discentes aprendan de manera significativa, el docente debe autoanalizarse y
hacer una valoración real respecto de si es o no facilitador de aprendizajes en su práctica
profesional, que no únicamente como instructores, sino que desarrolle inherentemente
procesos cívicos, éticos y críticos frente al ejercicio pedagógico que practica, así como del
currículum que interpreta y desarrolla, dado que en muchos casos el proceso enseñanzaaprendizaje
es realizada acríticamente tanto por docentes y educandos.
Parafraseando a Fenstermacher (1986) éste sugiere que un docente reflexivo debe adicionar
categorías innovadoras como la virtud y las intelectuales al desarrollo de su “cuasi profesión”
y, la primera (virtud) despliega estrategias axiológicas como la honestidad, el respeto, la
amplitud de criterio y la fiabilidad, entre otras, mientras que el arista de la intelectualidad
tiende a desarrollar la humildad, la creatividad, la aptitud reflexiva y la imparcialidad. Es decir,
el docente debe desarrollar su propio estilo de enseñanza-aprendizaje, el cual debe exhibir,
adecuar y tratar de que sea pertinente a los contenidos que imparte y obviamente, a las
necesidades de los educandos, del contexto y de la edad del estudiante.
Es por demás importante hablar de la reflexión que el docente debe realizar sobre su práctica
profesional que desarrolla cotidianamente, sin embargo, tal parece que la realidad es otra, por
la carencia de la misma en las aulas, de ahí la necesidad de fortalecer la visión con
aportaciones de estudiosos del currículum y, en este caso la pertinencia teórica de Schón
(1987), coadyuva a mejorar la práctica pedagógica genuinamente reflexiva, cuando el docente
atienda ciertas zonas indeterminadas de la práctica como la incertidumbre, la singularidad y el
conflicto de valores que pasan desapercibidos para los cánones de la racionalidad técnica.
En síntesis, el autor antes señalado menciona que los profesionales en general no saben
ejercer su práctica (cita a abogados, ingenieros, profesores, doctores), es decir, existe un
marco de ineficiencia y deshonestidad profesional, lo que conlleva a dimensionar las
instituciones como figuras que no saben enseñar las más elementales categorías para el
desempeño profesional eficaz y ético.
De tal forma, que es absolutamente necesaria la instauración de una nueva epistemología de la práctica docente en aras de reformular un replanteamiento de la formación para consolidar una práctica genuinamente reflexiva. Cuando Schón (1987) argumenta la visión del prácticum reflexivos, contribuye a la reconceptualización del docente, que es el caso de interés, el cual debe desarrollar ciertas prácticas profesionales capaces de coadyuvar en la formación de los estudiantes, para la adquisición de formas artísticas en el desarrollo inteligente de las zonas indeterminadas de la práctica, es decir, un prácticum reflexivo es aquél que echa mano del arte para el perfeccionamiento de su práctica y, en el caso del docente, éste debe prepara a sus estudiantes para ser competentes en las zonas indeterminadas anteriormente señaladas. Una de las máximas del autor antes señalado (Schón) es la que hace referencia al “aprender haciendo” por parte de los educandos, así, el docente debe precisamente situar su aprendizaje interactuando con las nuevas tecnologías, es decir, allegarse de las competencias necesarias para utilizar las nuevas tecnologías informacionales como herramientas para el fortalecimiento de la educación y su auto-profesionalización permanente.
De tal forma, que es absolutamente necesaria la instauración de una nueva epistemología de la práctica docente en aras de reformular un replanteamiento de la formación para consolidar una práctica genuinamente reflexiva. Cuando Schón (1987) argumenta la visión del prácticum reflexivos, contribuye a la reconceptualización del docente, que es el caso de interés, el cual debe desarrollar ciertas prácticas profesionales capaces de coadyuvar en la formación de los estudiantes, para la adquisición de formas artísticas en el desarrollo inteligente de las zonas indeterminadas de la práctica, es decir, un prácticum reflexivo es aquél que echa mano del arte para el perfeccionamiento de su práctica y, en el caso del docente, éste debe prepara a sus estudiantes para ser competentes en las zonas indeterminadas anteriormente señaladas. Una de las máximas del autor antes señalado (Schón) es la que hace referencia al “aprender haciendo” por parte de los educandos, así, el docente debe precisamente situar su aprendizaje interactuando con las nuevas tecnologías, es decir, allegarse de las competencias necesarias para utilizar las nuevas tecnologías informacionales como herramientas para el fortalecimiento de la educación y su auto-profesionalización permanente.
En este sentido, la profesionalización del docente es para ciertos críticos y/o estudiosos del
currículum casi una profesión, mientras que para otros, es una profesión con letras mayúsculas
y, para un servidor a manera de interrogante cuestiona la primera visión; ¿Por qué el docente
si es capaz de formar profesionales, su actividad no es vista como tal? considero que de
entrada, aparece una gran contradicción que revierte la visión respectiva.
Sin embargo, antes de entrar a polemizar al respecto de dicha o no profesionalización, es
menester teorizar y fortalecer ambas visiones con las aportaciones de algunos autores;
Fernández (1995) es un crítico muy agudo que conceptualiza al docente en un marco de
desprofesionalización imperante, por la escasa profesionalización de los mismos (de los
profesores); claro, a diferencia de otras profesiones socialmente reconocidas.
Este autor reconoce la cabida del docente en el marco de la desprofesionalización que, en
comparación con profesionistas universitarios, no existe sanción alguna si éste desempeña
negativamente su labor docente en el nivel secundario o universitario, así como el desprecio
observado en la preparación profesional del docente quien habrá de educar seres humanos y
formar personas educacionalmente, debido a la minucia intelectual que prestan en sus
formación inicial y qué decir de la profesionalización a lo largo de su desempeño académico.
Fernández (1995) suscribe lo siguiente cuando ocurre lo contrario al párrafo antes suscrito:
“Llama la atención el hecho de que se considere como algo excepcional, progresista
y novedoso, que los profesores se incorporen a actividades de auto
perfeccionamiento profesional o de la investigación en la acción, a fin de mejorar
su práctica: son muchos, demasiados, los padres y adultos que no perciben
diferencias sustanciales entre lo que se hizo con ellos, cuando frecuentaban la
escuela, y lo que ven que se sigue haciendo con sus hijos, y hasta con sus nietos”
(p. 9).
De esta forma, la profesionalización docente, reta a los mismos al desempeño de un
performace en la acción, en la reflexión, en la tecnología informacional, en la ética, en la
cultura profesional y porqué no, en la política educativa, para lo cual se requieren fomentar las
rupturas epistemológicas correspondientes, de orden racional técnico por un lado, y por el
otro, la instauración consciente de un modelo organicista progresista, holístico y sin duda
alguna subjetivo y complejo.
Fuente: http://www.umng.edu.co/documents/63968/80124/14.pdf
Ejercicio:
1. Realiza una reflexión a partir de la lectura anterior.
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